10 LLAVES DE LA ORACIÓN
Clama a mí, y yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces. (Jeremías 33:3)
Mientras que los cerrojos de la oración nos llevan a arrepentirnos y a corregir las actitudes incorrectas de nuestro corazón, las llaves nos impulsan hacia una vida de oración vivaz y efectiva. Nos ayudan a vivir en victoria y a conocer a Dios de manera más profunda y plena. Exploremos las diez llaves que hacen que la oración sea más genuina, agradable y auténtica.
1. Orar persistentemente pidiendo, buscando y llamando. Estamos acostumbrados a las personas ocupadas que no tienen tiempo para que las interrumpan. A menos, por supuesto, que la persona importante que esperamos ver nos ame y se interese por nosotros; y esto es exactamente lo que sucede cuando oramos. Gracias a esta relación entre Padre e hijo, se nos insta: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mat. 7:7-8). Una de las llaves más sorprendentes de la oración eficaz es no retener nada cuando pedimos… y seguir pidiendo con persistencia, día tras día. Dios nos responderá cuando sea el momento adecuado, pero conoceremos Su respuesta si no nos damos por vencidos a la hora de pedir.
2. Orar con fe. Las personas que no creen que recibirán lo que piden en oración probablemente no obtengan lo que piden. Sin embargo, no tiene por qué ser así… A Dios le agrada nuestra fe, y Jesús elogió a los que pedían con fe. Confiar plenamente en Dios y Su Palabra apela al corazón del Señor. Jesús declaró: «Por eso os digo que todas las cosas por las que oréis y pidáis, creed que ya las habéis recibido, y os serán concedidas» (Mar. 11:24). Sabemos que la oración no es como la lámpara de un genio, pero como se apoya en una relación de amor —cuanto más el Espíritu de Dios nos comunica Su voluntad—, podemos saber claramente lo que quiere darnos y adónde quiere llevarnos. Entonces, podemos orar con la plena convicción de que Dios puede hacerlo y lo hará. Eso es orar con fe y eficacia.
3. Orar en secreto. En Mateo 6:6, Jesús dijo: «Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará». Uno de los principios fundamentales de la vida cristiana es: «no os dejéis engañar, de Dios nadie se burla; pues todo lo que el hombre siembre, eso también segará. Porque el que siembra para su propia carne, de la carne segará corrupción, pero el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna» (Gál. 6:7-8). Orar para hacer alarde es sembrar para la carne, pero orar en secreto es acercarse a Dios con un mayor propósito y humildad, porque Él está en el lugar secreto con nosotros.
4. Orar de acuerdo a la voluntad de Dios. Nuestra tendencia natural es pensar que la voluntad de Dios es algo escondido y misterioso. Sin embargo, no es lo que la Biblia enseña. Al presentarnos ante Dios, no adaptarnos a este mundo y ser transformados con una mente renovada, podemos verificar «cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto» (Rom. 12:1-2).
Entonces, la oración espera que Dios nos muestre adónde quiere que vayamos (o que no vayamos). Y una vez que lo entendemos, «esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a su voluntad, Él nos oye. Y si sabemos que El nos oye en cualquier cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hemos hecho» (1 Jn. 5:14-15). Si tenemos un deseo genuino de conocer la voluntad de Dios, y estamos comprometidos a seguirla una vez que la descubramos, Él nos inspirará con un nuevo grado de seguridad en la oración.
5. Orar en el nombre de Jesús. Esas palabras, «en el nombre de Jesús», no son un simple «atentamente» al final de nuestra oración, ni son el botón de «enviar». Reflejan un deseo abnegado, que honra a Dios dentro de nosotros, y manifiestan tanto nuestra adoración como nuestra admisión de necesidad. Honran el poder y la autoridad del Señor mientras celebran Su disposición a aplicarlos en nuestra vida. «Y todo lo que pidáis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré» (Juan 14:13-14). Orar en Su nombre significa orar como Él lo haría; es orar desde nuestra relación con Él. No nos acercamos a Dios apoyándonos en nuestra autoridad, justicia o lo que hayamos hecho, sino en Cristo y en lo que Él hizo.
6. Orar junto con otros creyentes. Para aumentar al máximo tus experiencias de oración desarrolla el hábito de orar con otros creyentes. Jesús les dijo a Sus discípulos: «Además os digo, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mat. 18:19-20). Ponerse de acuerdo significa hacer una armoniosa sinfonía. Orar en unidad unos con otros —pidiendo con un mismo corazón y una sola mente— le agrada a Dios. Él disfruta y recibe honra de la sinergia que se produce cuando nos juntamos a orar con otros. Tenemos que orar preparados a decir «sí» y «amén» en nuestro corazón cuando otros oran al acercarnos juntos a nuestro Padre, tanto de manera formal como informal, programada o improvisada. El poder y la belleza de la oración unida son un regalo que muchas veces dejamos sin tocar y sin abrir. ¿Con quién puedes empezar a orar? Comienza con las personas de tu familia. Consideren orar juntos a menudo por cada necesidad.
7. Orar con ayuno. Otra llave que se suele omitir es la disciplina dedicada del ayuno: privarse de alimento (o alguna otra necesidad diaria) para concentrarse más en el Señor durante un período determinado. Jesús oraba y ayunaba. Ester oró y ayunó. Nehemías oró y ayunó. Hechos 14:23 describe cómo Pablo y Bernabé, en sus viajes misioneros, designaban ancianos en las distintas iglesias que plantaban. Como escoger el liderazgo adecuado era vital, no hacían una simple reunión para organizarse. Oraban y ayunaban. El ayuno abre tu espíritu a Dios cuando, de lo contrario, estarías alimentando la carne. Despeja el ambiente de distracciones y coloca la búsqueda de Dios por encima de todos tus apetitos.8. Orar con una vida de obediencia. «Amados, si nuestro corazón no nos condena, confianza tenemos delante de Dios; y todo lo que pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él» (1 Jn. 3:21-22). Un hijo obediente alcanza gran favor y libertad con sus padres. La intimidad que deseas con el Señor viaja por el vínculo conector de tu obediencia a Él. Cuando oramos con un corazón obediente, podemos pedir con libertad y sin vergüenza. Podemos obrar con Dios en lugar de en contra de Él.
9. Orar permaneciendo en Cristo y en Su Palabra. Jesús dijo: «Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho» (Juan 15:7). Permanecer significa estar en íntima comunión con alguien. Supone pasar tiempo con la Palabra de Dios, permitir que llene nuestros corazones y guíe nuestra forma de pensar, caminar en obediencia a lo que el Señor nos manda (Juan 15:10), recibir Su amor y luego derramarlo sobre Él y sobre los que nos rodean. (Juan 15:9, 12). Por último, permanecer significa estar limpio delante de Dios (Juan 15:3; 1 Jn. 1:9) al no permitir que la impiedad o el pecado se acumulen o queden sin confesar. Dentro de este contexto, nuestras vidas de oración se abren a un nuevo vigor, productividad y eficacia ante Dios (Juan 15:5). Según Juan 15:7 permanecer de esta manera abre nuestras oraciones para pedir también las cosas buenas que deseamos.
10. Orar deleitándose en el Señor. Cuando Dios se transforma en tu mayor deleite y tu primer amor, Él puede bendecirte concediéndote las peticiones de tu corazón. Solo al recibir Su salvación y reemplazar nuestra hostilidad por la justicia divina, podemos amar a Dios de verdad. Y, al amarlo, deseamos obedecerle (Juan 14:15), hasta que comenzamos a deleitarnos en Él. La Biblia dice: «Pon tu delicia en el S EÑOR , y Él te dará las peticiones de tu corazón» (Sal. 37:4). La palabra hebrea para «peticiones» es la misma que para «deseos». Cuando te deleitas en el Señor y honras Sus deseos, Él se deleita en ti y honra los tuyos.
Comments